sábado, 23 de mayo de 2015

Comprometido

El blog ha sido comprometido. O mejor dicho los blogs que escribí entre 2005 y 2010. Parece algo de blogger porque no pasa para los otros más recientes. Quizás son sistemas diferentes y al no haberlos migrado en su momento, existe una vulnerabilidad que una supuesta web "gal oyama punto com" está aprovechando con la probable intención de introducir malware en las máquinas. Tal como empezaba Moby Dick, pueden llamarme Ismael, digo paranoico, pero otra explicación no le encuentro. Cierto es que al buscar información de la página no aparece que sea una amenaza pero quizás es algo reciente. O quizás es solo que esa página la está enlazando blogger por error a otros blogs. Yo por si acaso, aviso.

¿Y todo esto por qué?. Pues porque mañana tendré que cumplir mi deber ciudadano de dormir menos de lo que debiera y presentarme en el colegio electoral al rayar el alba con la pública esperanza de que el titular vaya y no me tenga que quedar allí todo el día por enésima vez. Bueno, decir enésima es exagerar pero seguro que sería al menos la tercera vez que me tocaría y creo que la cuarta que soy citado.
Hay que tener en cuenta que:

  • Hay elecciones casi una vez al año (municipales cada 4 años, autonómicas y generales cada 3-4 años, europeas cada 5)
  • La primera vez que me llamaron fue para las municipales de 1995 a escasos días de los exámenes finales de primero de carrera (en particular de Análisis I cuyos teoremas, algunos, ensayé allí mismo en los escasos momentos donde nadie aparecía). Esa vez iba de segundo suplente del primer vocal y no fui presidente de milagro.
  • La segunda vez fue 10 años después, cuando fui presidente y cuando escribí la entrada en el blog que buscaba y que no es otra sino esta: http://donmingo2005-2006.blogspot.com.es/2005/02/crnica-del-20-f.html (parece que han sido solo los blogs raíces, no las entradas, las comprometidas)
  • Creo que me llamaron una tercera vez pero que al final no tuve que ir. Pero mi memoria no es ya lo que era y no puedo asegurarlo.
  • La cuarta vez, de nuevo diez años después de la anterior, sería esta.
Así pues, teniendo en cuenta todo lo anterior, si en 20 años se producen unas 20 elecciones, que te llamen 4 veces, 3 como mínimo, se me antoja elevado. En fin, mañana veremos qué pasa. A ver si solamente comprometen mi sueño o soy yo el comprometido durante todo el día.

Un saludo, Domingo.

sábado, 16 de mayo de 2015

Excusa (Relato)

John Phillipe Mortimer caminaba impulsado por sus hombros o eso decían. Aparentemente el movimiento que dotaba de movilidad su cuerpo, el movimiento de sus extremidades inferiores, no estaba motorizado por el acto aprendido de mover una pierna y después la otra flexionando oportunamente la rodilla hasta lograr los ángulos adecuados en los momentos adecuados. Aparentemente el movimiento venía explicado por la explosiva e inexplicada reacción de un miembro ante la acción de otro o de parte de otro, el hombro del lado opuesto. Cada brusco movimiento de un hombro no solo podía encontrar un movimiento análogo de la otra pierna sino que la correlación no dejaba lugar a dudas. No podía ser de otra manera.

John Phillipe Mortiner, la atención puesta en su peculiar forma de mover los hombros, que no andar, cruzaba la calle. En sus casas decenas de personas escondidas tras sendos amarillentos visillos ... sendos menos uno que todavía parecía blando, debería decir. Decenas de personas poseedoras de veintenas de ojos que se encontraban clavados en John mientras su dueño se preguntaba si sería capaz de hacerlo.

Quedaban escasos metros, tres o cuatro hombro-zancadas, calculaban, y no habría marcha atrás. Quedaba ya tan solo un metro y John Phillipe no había parado. El mundo, ignorante, se preparaban a recibir la mayor cantidad de retuits de la historia o quizás era solo el telegrafista el que mandaría un cable a Michigan. No se sabe ni se sabrá pues justo en ese momento un rayo cegó a todos y cuando, décimas de segundo después, pudieron recuperar la visión, en el lugar donde antes se encontraba Mr. Mortimer solo podían verse alguna ceniza y terreno chamuscado.

Todos coincidieron. Al final John Philippe había encontrado, otra vez, una excusa para no afrontar su obligación. ¡¡¡Qué le gustaba una excusa!!!.

Un saludo, Domingo.

Excusas

A veces solo necesitamos buscarnos una excusa para hacer algo que debemos hacer. Y otras veces solo necesitamos buscarnos una excusa para no hacerlo. Durante los últimos meses yo siempre la encontraba para no hacerlo. Con mis rodillas tocadas tanto por las malas costumbres como por el sobrepeso, sabía que debía ponerme a dieta, sabía que debía moverme más, hacer más deporte y comer menos y mejor. Un caso claro, los jueves son días de patatas fritas. Todos los miércoles pensaba que al día siguiente debía resistirme y todos los jueves fallaba a ello. No solo eso, como después tocaba partido de fútbol, la excusa era fácil, esto por lo que voy a quemar luego.

Pero claro, eso solo sirve para, en el mejor de los casos, mantenerte. No sirve, desde luego, para perder peso. Así que decidí hacer lo que mucha gente hace, meter el vil metal en medio. Hay quien se apunta al gimnasio con la intención de ir toda vez que ya lo ha pagado. Hay quien va a ver al dietista para que le diga que debe comer cosas que no engorden en una cantidad que no engorde y lo hace porque lo ha dicho la persona a la que paga. Hay quien ni así hace nada. Yo no quería apuntarme al gimnasio ni al dietista así que me compré una "pulsera cuantificadora". La Xiaomi Mi Band.

Así pues, por menos de 20 euros tengo un gadget nuevo que me dice y me recuerda cuánto me he movido cada día. Y me dice y me recuerda que esa hora jugando al fútbol no adelgaza todo lo que yo creo por lo que mejor me controlo si no quiero echar a perder la incipiente recuperación. Aparte de eso, me despierta por la mañana vibrando en mi muñeca, algo que es más cómodo que el siempre odioso despertador.

Creo que esta es ya la tercera semana con la pulserita y, por el momento, la excusa está funcionando. A ver lo que dura.

Pero hay más excusas. Por ejemplo, cuando estás en una empresa realizando el mismo trabajo durante un cierto tiempo, empiezan a aparecer excusas para empezar a hacer otras. Esas parece que también las estoy aprovechando. No solo estoy haciendo cosas diferentes y ayudando a mis compañeros sino que ya es público que es solo cuestión de tiempo el hacer cosas muy diferentes. Cuando llegue el momento, a ver qué excusa se me ocurre para decir si me gusta o no me gusta lo que hago o lo que hacía comparado con lo que haré. Eso no lo sé. Lo que sí tengo claro es que seguiré intentando hacer las cosas que digo que voy a hacer. Eso no todo el mundo lo hace.

Un saludo, Domingo.

sábado, 2 de mayo de 2015

Silencio (Relato)

Los cinco sabios discutían. Los cinco sabios hacían como que discutían. El procedimiento era el siguiente. Cuando uno empezaba a hablar, debía hacerlo durante cinco minutos, tiempo teóricamente suficiente para puntualizar, cuando no rebatir, alguna postura anteriormente expresada así como exponer sus tesis propias, avaladas por cuantos hechos tuvieran a su alcance. En la sala, ningún reloj les indicaba cuánto llevaban hablando o cuánto les quedaba por hablar. Caídos en desgracia sus trescientos segundos, una mordaza robótica segaba su voz y nada podía escucharse por los altavoces.

Mientras esto sucedía, el resto debía calcular mentalmente y pulsar un botón cada quince segundos. Cuatro veces por minuto durante cinco, un total de veinte pulsaciones que ora se adelantaban al tiempo exacto, ora se retrasaban. La diferencia, despojada de signo cual verdad suprema carece de signo político, se iba sumando y sumando y sumando ... así veinte veces hasta arrojar una medida de cómo cada sabio lo era en medir el tiempo. Esta medida le daría, a su vez, la oportunidad de oponerse al último que hubiera hablado. Al final, cuando el minutero había dado un "voltio" completo, según la expresión de los más jóvenes, cada sabio dispondría de un turno final.

Era algo que, a algunos, a dos de ellos concretamente, les divertía; en todos los sistemas que habían probado con anterioridad habían respetado escrupulosamente los tiempos de palabra para iluminar la ignorancia del resto de respetables con la polarizada luz que escupía, a veces, sus gargantas. Tener que contar segundos en vez de atender a lo que decían los demás era no solo más cómodo sino también más divertido. Divertido porque eran los dos que mejor sabían contar segundos y, al final, los dos únicos que hablaban.

Para otros dos, sin embargo, todo aquello era exasperante. En igual posesión de la verdad pero con menor habilidad para contar segundos, se veían impotentes y contemplaban con incredulidad como el mundo quedaba ignorante debate tras debate. Algún tiempo atrás habían comenzado una cruzada para que el derecho a réplica se calculase con la respuesta de preguntas, al azar, de los más variados saberes. El primer minuto de su turno final iría invariablemente destinado a despotricar contra el injusto sistema.

Y el turno final llegó. Ni que decir tiene que los dos primeros en hablar fueron los de siempre. El primero se había desviado del conteo correcto menos de medio segundo por vez. El segundo había quedado solo a unas centésimas de diferencia. Ni que decir tiene que dijeron lo de siempre.

Tras ellos los otros dos, entre un segundo y segundo y medio de error por vez. Al igual que había ocurrido con sus previsibles compañeros, habían cometido los errores de siempre y a ellos les siguieron las jaculatorias de siempre; solo que esta vez de cuatro minutos pues el primero era el ya previamente mencionado contra el sistema.

El último fue una sorpresa, no porque fuera el último sino porque no había presionado el pulsador ni una sola vez. En vez de ello había escuchado atentamente todo cuanto decían los demás. Por ello, en cuanto tomó su palabra no vaciló en comentar:

- ¡No habéis entendido nada!

Y se marchó de la sala mientras los cuatro restantes, entre airados gestos, pedían al moderador ser ellos quienes rellenaran ese incómodo silencio.

Un saludo, Domingo.