sábado, 26 de septiembre de 2015

Jo sóc català, Tu ets espanyol

Mañana votan los catalanes y todo indica que tendrán escaños suficientes como para seguir adentrándose, de forma casi definitiva, en ese camino que para unos será tortuoso y llevará al infierno y para otros de rosas y llevará al cielo.

No soy muy optimista con respecto al resultado. Ojalá haya una gran riada de voto oculto así como después sentido de estado por parte de los partidos constitucionalistas que muestre que las cosas en Cataluña se pueden hacer de otra forma diferente a como se han estado haciendo en los últimos años.

Se dice que cada español tiene dentro un entrenador de fútbol, seleccionador a ser posible, un experto en religión y otro en política. El mío me dice que la deriva nacionalista de los últimos años es la suma de los que ya estaban allí, Esquerra, y de los que han dado un bandazo coincidente, quizás, con los problemas judiciales del partido. Lo he comentado a algún conocido, mi sospecha es que los políticos convergentes albergan la esperanza de algún tipo de amnistía para aquellos que han "robado por Cataluña".

Como tanto mi seleccionador interno creo que está jugando ahora mismo al ajedrez con el monaguillo, seguiré preguntándole cosas al experto en política. En particular le pregunto si será culpa mía si mañana los catalanes dan mayoría casi absoluta al engendro de Juntos por el Sí y me responde que cuando pedía un gran pacto de estado entre populares y socialistas no lo consideraba un engendro. Punto para él, el hecho de que el agua y el aceite se alíen para conseguir algo que a mí no me gusta, no significa que la unión no sea lícita, solo que a mí no me gusta.

Una vez aclarado esto me responde que sí que sería culpa mía. Culpa mía por no haber exigido a todo el espectro político no nacionalista una mejor estrategia. Culpa mía por no haber manifestado lo que, muy tarde, quizás demasiado, he hecho con el título de esta entrada. Solo estuve una vez en Barcelona y me sentí muy a gusto todos los días que allí estuve. De igual forma que cuando he estado en EEUU me he sentido parcialmente estadounidense o en Eslovaquia parcialmente eslovaco o inglés cuando veraneaba en el Reino Unido. En todos los sitios me he sentido ciudadano del mundo y en Barcelona, además, español y catalán.

Por este motivo, me gustaría que se sintieran tan españoles cuando visitan Málaga como yo catalán cuando visité Barcelona. Eso, según parece, fue lo que se hizo también en Londres antes del referéndum de Escocia o en alguna ciudad de Canadá antes del de Quebec.

Es probable que eso sea lo que comentaban algunos acerca de "hacer que los catalanes se sientan queridos" pues iría en sintonía con lo de la "desafección" que sus políticos dicen tener. En este sentido, solo me gustaría añadir que esa desafección la siento yo también con ellos, los políticos. Entiendo que es complicado manifestar a la vez que aprecias a un pueblo pero desprecias a una clase política. Sin embargo, eso y no otra cosa es lo que escuchamos por doquier en España.

En eso hay que reconocer que sí que nos han ganado los políticos catalanes. Es casi lo único por lo que diría que Cataluña no es España. Por lo demás, que lo sepan. Los aprecio tanto como a los extremeños, a los gallegos o los castellano manchegos. Y les deseo lo mejor. A los de Australia, por ejemplo, también los aprecio y no les deseo nada malo, pero no me une con ellos el mismo vínculo. Espero que me lo sepan perdonar ... los australianos.

Un saludo, Domingo.
P.D.: el título ha sido traducido con Google Translate. No debería hacer falta decirlo, pero por si acaso.

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