Érase que se era una tuerca desempleada. Llevaba sin empleo casi una sesquidécada. Ya ni recordaba la última vez que había tenido un trabajo, ni fijo ni esporádico. Y además ni siquiera podía echarle la culpa a la crisis. No solo su situación había empezado muchos años antes que la maldita crisis sino que además en su casa los efectos de la crisis habían sido limitados. Ella había permanecido todo este tiempo en aquella caja de herramientas, olvidada junto tantos otros. Mal de muchos consuelo de ... otros; alguno de ellos con alto grado de especialización como aquella llave dinamométrica de dimensiones descomunales.
De repente, se hizo la luz en aquel sótano y una mano desacostumbrada a la grasa empezó a manosearla de forma más torpe que impúdica lo que no impidió que nuestra protagonista casi enfermara de indignación. Afortunadamente todo fue rápido y casi indoloro. Mientras pensaba si quejarse o no y a quién vio llegar a la diez-once. Una vuelta ... ¡qué escalofrío!, otra vuelta ... ¡qué gustito!, otra más ... ¡no solo tengo trabajo sino que además presiento que va a ser indefinido!.
Un saludo, Domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario