sábado, 25 de julio de 2015

Referencias, incidencias, reincidencias y coincidencias

Quizás sea casualidad, quizás no. Antes y desde hace unos años, cada jueves al ir a jugar al fútbol pensaba que ya había transcurrido una semana desde el partido anterior. Ahora y desde hace unas semanas, por la noche suelo pensar en lo rápido que ha pasado el día y lo todavía más rápido que pasará la noche con sus seis, siete u ocho horas de sueño que se perderán en algún sitio escondido entre el olvido y la reparación celular. 

El paso del tiempo es, desde hace ídem, una referencia en mi vida. Incluso casi una obsesión, podría conceder. El tiempo me apasiona desde un punto de vista físico y hasta metafísico. El tiempo, la literatura científica real o ficticia, sus paradojas y sus características convertidas en novelas cuando no guiones cinematográficos me tienen y entretienen, en mí inciden, reinciden y coinciden.

Otras cosas que son referentes en mi vida son las relacionadas con la informática y en particular la programación. Alejado de la primera línea desde hace años, me resisto a retirarme y aprovecho momentos como el actual para darme un pequeño baño de líneas de código que más adelante pueda servirme para quién sabe qué. Pero no solo eso, también utilizo:
- Un navegador minimalista como "midori" que viene preinstalado en la distribución de Fedora que utilizo
- Un buscador alternativo y potente como duckduckgo que ya conocía pero al que no llegaba a cambiarme por preferir Google pero que se está revelando como una gran opción, tanto que estoy incluso pensando en dejar de usarlo solo para las cosas técnicas que busco y darle la oportunidad de saltar a jugar en las ligas mayores.
- Un lenguaje de programación versátil y cómodo como Python que me ha sorprendido gratamente y que probablemente sustituya o complemente en un futuro esas macros de excel u OpenOffice con las que tantas veces, de forma reincidente, una y otra vez, he matado el gusanillo.

¿Coincidencia?. No lo sé. Lo que sí sé es que son cosas que al final acabarán teniendo una cierta incidencia en mi vida. Todo lo que hacemos la tiene. Todo lo que hacemos repetidamente la tiene aún más.

Un saludo, Domingo.

sábado, 18 de julio de 2015

Tergiverso Crisis


Cuando los años riman con lenta
Rápido pasan, con prisa.
Inaccesible a la indolencia,
Sacudiendo la conciencia
Iridiscente, una sonrisa,
Sana todo y no avejenta.

Un saludo, Domingo.

Las crisis de los x0

Las crisis de los x0 siempre me pillan antes de tiempo. Así ha sido históricamente y me imagino que así seguirá siendo. La pregunta, por tanto, no es cuándo ocurren sino si son realmente crisis y si tienen algo que ver con las de los demás en caso de que estas también lo sean.

Un jefe comentaba hace un par de años que desde que había cumplido los 40 sentía impulsos casi incontrolables de comprarse un descapotable. Otro se lo compró hace también otros cuantos, de segunda mano, y creo que lo vendió un tiempo después. A mí los coches no me llaman, me llaman más lo móviles y me inoportuna que al mío le haya dado ahora por no soportar las ROMs "modernas" pareciendo que solo está a gusto con una versión anterior. Seguiré intentando averiguar por qué le pasa eso y, a las malas, le tendré que poner la versión antigua. No voy a cambiar de móvil todavía ... y de coche menos.

La semana pasada hablaba con alguien que había dejado de fumar a los 50. ¿Crisis?. Pues es posible, pero también es posible que sea simplemente nuestra querencia por los números redondos. Por ejemplo, un cumpleaños. Un cumpleaños es un número redondo porque, si expresáramos la cifra cumplida con decimales coincidiría, con un margen de error que todos estamos dispuestos a asumir, con la representada por las velas encima de la tarta. Hoy es mi cumpledías y quién sabe si hasta mi cumplesemanas y sin embargo no voy a celebrarlo. En un cumpleaños también puede pasar y sin duda pasa a menudo entre personas sin familia ni amigos. Pero las probabilidades son menores. Hasta quien no lo celebra es posible que ese día se coma una magdalena con ese café que, cualquier otro día, se tomaría solo.

Por otro lado, algo de crisis sí que hay. Sin duda todo el mundo tiene unas expectativas que, si bien inicialmente parecen grabadas en piedra, luego se muestran cambiantes y huidizas. En algunos casos para mejor y entonces, como cuando pasa cualquier cosa buena, lo damos por sentado y achacamos a nuestro buen hacer, a nuestras magníficas decisiones y afinado instinto lo que quizás solo ha sido producto el azar. En otros casos es para peor y entonces sí que culpamos al mundo, al destino y hasta al vecino del quinto si pasa en ese momento con las bolsas del supermercado. Y ya ni te cuento si de las bolsas sobresale ese típico dulce gallego que te traía tu padrino de Cádiz al volver de Madrid, que está buenísimo pero que no está permitido por la última dieta que estás probando. De hecho no está permitido en ninguna de las dietas que has probado con éxito y en muy pocas de las que has probado y han fallado que vienen siendo todas las demás.

Decía antes que algo de crisis sí que hay y no es cierto. Lo que hay son motivos para creer en la crisis. Si tu forma de ser y tu voluntad se aproxima más a la de los espartanos y dejas el hedonismo aparcado junto al coche seis días a la semana, entonces llega eso de que en Japonés uno de los kanjis que forma la palabra crisis, si se lee de forma aislada significa oportunidad. O algo así. En ese caso sales a correr, vas al gimnasio o fabricas uno con lo que te rodea y el dulce gallego que te traía tu padrino de Cádiz al volver de Madrid pasa a ser el que tomas en tu solitario cumpleaños con el café.

Decía antes que lo que hay son motivos para creer en la crisis y no es cierto. No es que hayan, es que sobran. Ves y escuchas a nuestros políticos famosos, a los que trabajan junto a nuestros políticos no famosos y ves y escuchas lo que pasa en otros lugares menos afortunados a la par que civilizados y te entran ganas de llorar. Eso, unido a que ya no sueñas con encontrar la vacuna contra el sida hace que te plantees donar un euro de tu sueldo cada mes para ayudar a alguna causa que lo merece y, sobre todo, a tu conciencia que lo merece más que nada.

Sin embargo, por mucho que sobren los motivos, solo nosotros somos los que permitimos que nos afecten y cómo lo hacen. Acudiré aquí a otro tópico, si la vida te da limones en vez de naranjas, pide tequila y sal. Para alguien que no bebe y que está concienciado con el exceso de sal, quizás no es el mejor consejo pero sí el mejor principio. Por eso ahora, cada vez que alguna queja, una idea negativa o si quiera su sombra se interna en las proximidades de mi cabeza, surge ese alma combativa de niño en la playa que se enfrentaba a todas las olas; deleitándose en el éxito aunque consciente de su precariedad.

Crisis ¿what crisis?.

Un saludo, Domingo.

sábado, 4 de julio de 2015

Hombre orquesta

Últimamente me encuentro haciendo cosas que jamás había hecho, desde podar un árbol con una sierra eléctrica hasta abrir un agujero en el cemento en busca de una fuga de agua pasando por coger a una perra de casi 20 kilos en vuelo al más puro estilo Dirty Dancing. Algo parecido ocurre también en el trabajo a la espera de que se produzca la transición que imagino tendrá lugar en los próximos meses.

Donde no ocurre es en el fútbol. Por más que juego no hay forma de convertirme en un hombre orquesta; sigo aferrado a mi labor de jugador polipatético que vale poco en muchos sitios. Pero que, eso sí, suda la camiseta.

Esto unido a que evito con cierto éxito las bebidas carbonatadas y los helados y con algo menos las patatas fritas de los jueves hace que la forma vaya mejorando progresivamente. A un ritmo de entre medio y un kilo al mes, para final de verano podremos dar por concluida la operación bikini y podremos ir a la playa a refregarnos con esas medusas que dicen que tanto proliferan estos últimos tiempos.

Cuando esto ocurra lo mismo podré actuar de socorrista, médico y paciente. Eso sí que sería ser un auténtico hombre orquesta.

Un saludo, Domingo.